CARTA PARA NADIE






Desperté una mañana sabiendo que te amaba, no puedo discernir cómo empezó, en lo profundo de mi ser tengo presente que ese sentimiento siempre estuvo pero que el solo verte hizo que ardiera en mí el fuego que pensé extinto, e hizo crecer esa obsesión mal sana. Al principio todo parecía obra de la cruel nostalgia, que me atormentaba una y otra vez, diciéndome que las cosas hubieran sido diferentes si yo hubiera sido diferente. Al verte, comprendí que no era la nostalgia que hablaba por mí, si no que ella era mi excusa para negarte, negar ese ardor que siento con solo pensarte. Traté de reprimirlo, intenté acercarme engañandome, pensando que eso solo se esfumaría, que el volcán que encendía me pecho se apagaría de la noche a la mañana. Fue en vano. No pude construir en dos meses el cariño que hubiera podido existir si lo cuidara en diez años. Mirá como con ingenuidad mi subconsciente alberga esperanza de que alguna vez me quisieses. 
Cuando escuchaba tus penas, maldecía para mis adentros una y otra vez a aquellos que las causaban. Cuando me hacías parte, sentía que tocaba el cielo con las manos, pero el tiempo es como un jazmín, no lo cuide lo suficiente y deje que tu interés, si existía se marchitara. Cuánto arrepentimiento tengo de mi error. Me avoqué a mi trabajo, pero tu imagen seguía, me perseguía en esporádicos sueños, ya lo dije, una obsesión malsana. 
Traté de culparte, pero el intentar odiarte me hizo amarte más, mi agonía no cesa. Me comparo envidiosamente con Dante, perplejo ante su Beatriz, mi fortuna, sin embargo, es más desdichada que la de él, porque yo sí te conocí. Debo despedirme, y continuar mi camino, sin engaños ni fútiles esperanzas, lo que no es no será, y con honestidad nunca hubiera podido ser. Me quedan los recuerdos, desearía que fueran más, sin embargo son suficientes. 
La despedida es eterna, gran parte de mí quiere aferrarse a tu rechazo tácito, albergando la esperanza de que algún día te podré tener. Sé que nunca leerás esto, tampoco tengo intención que lo hagas, todo se mantendrá en silencio como el amor que siempre te tuve. Debes irte, de mis pensamientos, de mi afecto no correspondido, sabiendo que nunca encontraré otro amor como este, debes partir de mis sueños, de mis ojos, de mis risas, de mi corazón y de mi mente. No voy a volver a verte, no lo notarás tampoco, me queda suplicar que el olvido y la vejez hagan lo suyo. Tuyo, nunca. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

SYLVIA MOLLOY: LENGUA Y ALGO MÁS

Las Hijas